Patriotismo circunstancial
No hace falta ser demasiado avispado para saber que no tengo ningún sentimiento patriótico. Pero no siempre fue así. La ignorancia de mi niñez me llevó a tener un gran sentimiento patriótico. Y en mi todavía inocente entendimiento todo lo relacionado con la idea de patria me parecía fantástico. En mi bisoño cerebro los colores más bonitos eran los de la bandera de España. España tenía que ganar en cualquier competición que se presentara, y si no ganaba la culpa era de los árbitros que son unos envidiosos. La tauromaquia eran algo realmente español y como tal había que defenderla a capa y espada. De hecho no concebía la idea de que hubiera españoles que no fueran a misa todos los domingos o que no hablaran castellano. ¿Y cómo no? Quería ser futbolista para algún día lucir la camiseta de la selección, además de astronauta para poder ver el que sin lugar a dudas era el mejor lugar del mundo desde el espacio.
Por fortuna, el tiempo fue transcurriendo; y entre lecturas, vivencias y prestar la debida atención a interesantes conversaciones conseguí desarrollar una aceptable conciencia crítica. Y todas aquellas ideas infantiles sobre el patriotismo se fueron diluyendo, hasta el punto que la bandera de España el único sentimiento que me produce es que los colores están equivocados, que el fútbol me aburre soberanamente, la tauromaquia me parece una aberración atávica y de las iglesias lo único que me gusta es la arquitectura.
Todos esos sentimientos patrióticos son circunstanciales, si hubiera nacido en México en lugar de gustarme la tortilla de patatas, me volvería loco por tomar un taco de algo. Si mis primeros años de vida hubieran acaecido en Arabia Saudita probablemente las mujeres me parecerían electrodomésticos sin derechos. O si mi infancia hubiera despegado en el Congo, probablemente no habría llegado a peinar canas, y el hecho de pegarle un tiro a cualquiera que me ordenaran me parecería algo fuera de cualquier tipo de duda. Es decir, todos esos sentimientos patrióticos podrían ser completamente diferentes dependiendo del lugar en el que mi madre me hubiera echado al mundo, España, Iraq, Japón, Israel o Rusia, no hay diferencia, hubiéramos crecido siendo igual de patriotas.
Considero que todas esas costumbres propias del lugar en el que has nacido, y que te pueden llegar a condicionar, son un parte del aprendizaje, como un traje de oruga del que nos desprendemos al madurar como espléndidas mariposas.
Sin embargo el patriotismo es utilizado por los gobernantes para tener a la gente bien estabulada como ganado. Es muy fácil controlar a la masa diciéndole lo que es aceptable y lo que no lo es, apelando a las tradiciones y al patriotismo para dirigirles contra cualquiera que pueda amenazar sus privilegios. Además es muy fácil utilizar el patriotismo para disimular los errores de los gobernantes culpando de los mismos a enemigos, ya sean externos o internos. Cualquier dictador de segunda lo sabe, y lo aplica con las armas que tiene a su alcance: radio, televisión…
Por otro lado el patriotismo me parece una doctrina negativa, algo que sólo sirve para alejar a la gente y dividirla en grupos hostiles. Va en contra del crecimiento humano, en contra de permitir a las personas la innata necesidad de compartir y aprender. El patriotismo es una doctrina excluyente, “si no eres como yo, estás equivocado y no te acepto”. Quizás hace unos siglos pudiera tener su parte práctica, para tener grupos compactos de gente que trabajaran en grupo por su supervivencia. Había que tener un sentimiento mayor que el de clan, para que cuando estuvieras matando a otros pobres desgraciados para controlar tierras más fértiles, confiaras en que el de al lado iba a matar al de en frente y no a ti. Pero hoy en día, en tu trabajo, sabes que si el de al lado no rema con el mismo objetivo que dicta la empresa, lo que va a pasar es que va a ser sustituido por otro que cobre todavía menos.
No creo en patrias, cuando en España, Estados Unidos de América o cualquier otro lugar hacen concursos de patriotismo, a base de golpes en el pecho y de rancios discursos, me causa hilaridad; es como discutir quién tiene la sombra más larga, al final del ocaso todos han perdido.
No obstante me gusta que el lugar en el que vivo progrese, por puro egoísmo. Quiero tener una sanidad de calidad y gratuita, opciones de formación universitaria de primer nivel, quiero que los servicios públicos cubran las necesidades que pueda tener. Quiero una pensión que me permita vivir con dignidad los últimos años de mi vida después de haber trabajado. Pido lo que considero mejor para el sitio en el que vivo a diario, otras cosas como banderas, tradiciones y demás temas patrióticos me parecen completamente vanos, inútiles y superficiales. En fin, exijo cosas a las que tengo derecho, porque para eso pago una cuota todos los meses y mucho más dinero cada vez que hago cualquier cosa.
El patriotismo es circunstancial, pero la capacidad de pensar de forma crítica y racional es universal.
Pingback: Bitacoras.com()