Hay días en los que llega un momento en el que añoras que se produzca un holocasuto zombie y poder salir a la calle armado sólo con una catana y comenzar a trinchar, decapitar, ensartar y desmenuzar cuerpos humanoides sin parar. De acuerdo, es una barbaridad por que las vísceras y la sangre manchan mucho y cuesta quitarlas pero qué más da. Si al fin y al cabo en un holocausto puedes ir en pelotas sin que nadie se escandalice.

Hay días en los que reniegas de todos, comenzando por ti mismo y no consigues soportar más la enorme losa que aplasta tu espalda en la que se pueden leer cinceladas en sangre reseca todas las decisiones que te han llevado a la penosa situación de la que disfrutan las risas de los demás.

Hay días que miras la sonrisa de tu bebé y te pierdes en el brillo de sus ojos, entonces te invade el energía suficiente para continuar luchando contra todo lo que venga, y mil veces más.